viernes, 30 de noviembre de 2012

Suicide.

Un día, alguien, al que tanto queríamos, decidió dejar de estar aquí. Y, los que quedamos aquí respetamos su decisión y  vamos a hacer que su recuerdo se manifieste a través de cada respiro que damos. Para todos los que ya no están con nosotros:

La música se ha vuelto un sutil consuelo, pero a la vez una constante resonancia de que ya no quiero estar aquí.
Tengo miedo.
Miedo no por mí, sino por mamá y papá, por cómo se vayan a sentir.
He tratado de sentirme mejor, pero no lo he logrado.
Esto que me persigue ha hecho un pacto conmigo: dejar de servirme de sombra si mi materia deja de andar.
Hemos debatido mucho, pero la manifestación de nuestro consentimiento acaba de ser firmada.
Me ha preocupado la forma, pero como dicen: mas vale un momento rojo que ciento amarillos, y de los amarillos, ya me he cansado.
Hice un par de llamadas, pero nadie ha contestado.
Siento que todos me han dejado o tal vez ya se han cansado.
He comprado unas pastillas, las tengo en mi mano.
Las estoy agarrando tan fuerte que acabo de darme cuenta que tal vez no deba hacerlo.
Que tal vez ni siquiera pueda hacerlo.
Pero tengo que sentirme capaz, yo puedo.
No quiero que piensen que me fui por lo más fácil
porque decidir huir, también es difícil.
Por primera vez he hecho un plan perfecto.
There's no choice.
Y, me despido. Me despido del viento, del agua y de lo tangible.
De los muchos que no me querían y de los pocos que sí.
De quien no quiso escucharme, de quien no pudo ya soportarme.
De los buenos momentos, de mi sonrisa y mi peculiar carcajada.
De mis vecinos, de mis amigos del colegio y del señor de la tienda.
De la televisión, la computadora y del rock 'n roll.
De la noche y de las madrugadas.
I love you, but I'm gonna leave you, tonight.
Quiero una última cosa: me encantarían demasiadas flores, tulipanes con un osito de peluche, por favor.


*We love you, too.




sábado, 3 de noviembre de 2012

MaríaFe

¿Por qué no te das una vuelta por casa? El viento corre delicioso, en la frecuencia exacta que tanto te gustaba.

Estoy parada en el techo donde te escondías, he comprado un buen vino y tengo dos copas en la mochila. Creo que tomaré en las dos. Voy a terminar mareada, pero prometo no caerme por las escaleras. El guardia está cuidando las galerías así que subí con prisa. Estarías demasiado contenta, porque ya no hay enamorados cagando el ambiente. Ahora creo que pagan por un buen telo.

¿Cómo estás tú, MaríaFe? Me han contado que empezaste a peinarte y que nuevamente te creció el cabello.    
También he escuchado que ya no sales mucho y que ahora te escondes en tu departamento. Que a nadie le diste tu dirección y que has decidido desaparecer. ¿Qué pasó ahora, MaríaFe?

Sería bueno que vengas para teñirnos otra vez de rojo el cabello y caminar descalzas por la calle y reírnos fuerte, con demasiada imprudencia, tanto así como te gusta.

MaríaFe, he escuchado que te creen insoportable, qué poco te conocen, no? Solo puedo reírme con tanto chisme de mierda. Vente a casa, pues.
¿Cuántos corazones vas volviendo azules? También han corrido rumores de esos, oí que te dejaron, que dejaste no sé a quien y que has estado llorando mucho. No sé por qué no vienes a casa, querida. También dicen que cambiaste nuevamente de psicólogo y que estas yendo al gimnasio a recuperar los 62 centímetros de cintura que teníamos. Yo sigo flaca, eh.
Siento que estoy insistiendo demasiado, pero te conozco como si fuera tú y déjame decirte que necesitas un tiempo en casa, volver a tocar el piano y que cantes hasta el amanecer. Dale, MaríaFe.