miércoles, 25 de diciembre de 2013

El concierto.

Blur llega a Lima. Han pasado los meses. No consigue con quien ir. Todos conocen a Oasis y nadie quiere pagar una entrada que no está nada cara para Blur. Igual, Oasis me afana bastante, pero Blur es Blur. Si tocaran el mismo día, de hecho que no voy a Oasis. Por qué nunca nadie piensa como yo. ¿Él irá? Sí, de hecho. En fin, creo que iré sola. A la mierda, voy sola.

Flavia contrató a un taxi. A última hora, la recargaron con chamba.  No conocía el Estadio San Marcos. Estaban de moda, tanto en periódicos como noticieros, asaltos y pucha qué  miedo, están violando los taxistas, no tomes cualquier taxi, hijita, tómale foto a la placa. Ella estaba asustadaza. Bajó por el ascensor. Caminó una cuadra, no encontraba al taxi. Tenía que estar adelante en el concierto. Estiró la manito. Tenía cara de ser un buen tipo. Todo el rato se mantuvo al tanto del google maps. Llegó viva. Tuvo que caminar un poco. Estaba toda de negro. Se sentía the universal. Cada pasito que daba parecía darlo de puntas, con resortes, no sé, se sentía cada vez más cerca, ready, ready, ready, lalala.

No había mucha gente. Cómo no van a venir. Se puso detrás de unos chicos, inclusive menores que ella. Se sintió bien. Una señora estaba vendiendo cervezas. Se compró una, como para no estar tan recia. Dividieron la columna, ahora eran dos filas. Una chica también había venido sola. Se le acercó. Aún con su timidez, pudo mantener una conversación fluida. Caminaron juntas, lograron una buena ubicación. Ambas estaban inquietas porque no se llenaba el Estadio.

Quería ir al baño. Fue rapidito. Vio el stand de chela vacío. Se acercó. Luego de haberse comprado una, volteó.  Vio a Gonzalo. Aunque estaba lejos, se puso nerviosa. Reconoció a los demás, entre ellos a Mario. Regresó a los baños. Tomó unos sorbos de cerveza. No sabía qué hacer. Las opciones eran simples: o dejaba la chela y entraba a esconderse al baño, o caminaba haciéndose la distraída hasta su ubicación original, o era machita y se acercaba a saludar. No se le hizo tan difícil la decisión porque Mario ya estaba al frente de ella. Se saludaron. Ambos sabían que él estaba acompañado. Sin decirse casi nada, se despidieron.

 El concierto empezó. Y como si la letra narrara lo que específicamente pasaba: street's like a jungle, se le cayó la cartera, no paraba de saltar, de cantar, de gritar, quería llorar. No sé cómo, pero la recogió.

Eran una de esas mañanas que llegan a ser tardes, desparramados en el sofá, con la tele prendida. Ella, aunque con ahinco disimulado, no pódia seguirle la corriente a los dibujos animados, y de hecho, eso sólo le pasaba cuando estaba cerca de él. De lo contrario, él estaba concentradísimo, están dando los Simpsons, Fla, quiero ver, por fa. Come on, come on, come on, get through it. Entonces, en la propaganda jugamos a que eras un dulcesito y yo tenía que darte muchos besitos. Come on, come on, come on, love's the greatest thing. 

- Pensé que a las bebés no les gustaba Blur, mientras que le sonríe.
- Ja, ja. Será que las bebés no habían llegado a escuchar Blur , devolviéndole la sonrisa.
- Me equivoqué, ¿no?
- No sé con mi generación, pero conmigo, sí.
- Mi nena que se cree diferente.
- Ja, ja. Pero, si por eso me quieres, jaja.
- Oh my baby, oh my baby , lo dice cantando.
- Oh why, oh my, ella le responde.

Ha llegado Tender como la canción número 10. A pesar de la lluvia de recuerdos, está feliz. Hay muchas personas a su alrededor que se saben de memoria la canción. Todos cantando, casi gritando. Ella no ha cerrado los labios, incluso en las pausas, inclusive cuando se siente agitada. Se pueden escuchar los latidos de su corazón entre lengua y saliva y hasta por medio de su aliento, sirviéndole como amplificador.

Oh my baby, oh  my baby, oh why, oh my.



viernes, 20 de diciembre de 2013

Coincidencias del mismo bar.

Cómo ha cambiado la flaca. Ha subido sus kilos. Se ha tatuado el pecho. Hace mucho que ya no me habla. Siempre tan maleducada, en el fondo eso era lo que me gustaba. Aquí, en la barra, yo la veo desde lejos. Creo que no me ha visto. No sé.
Me acuerdo cuando me hacía sus pucheros, caminando jorobada, arrastrando los pies. La recuerdo mandándome a la mierda, pidiéndome perdón, quedándose en silencio. A pesar de todo lo que dicen, esta noche yo veo que la acompañan sus problemas con el alcohol, su timidez, su no sé qué.
Está bailando la flaca. Ha sacado panza. Cierra los ojos. Unas manos rozan su espalda. Recuerdo cuando bailaba en la sala y sólo yo la contemplaba. Mueve sus caderas, está cantando, otro la está tocando. Por qué, si ella me amaba. Es una mentirosa. Ha dejado de bailar. Se acerca a la barra. Se me está acercando. Me saluda con un beso en la mejilla. Se compra un trago. Yo no sé qué decir. Qué huevón. Me hace salud. Ha vuelto a bailar. Ese huevón se le vuelve a acercar. Gil de mierda. Por qué ella le sonríe. Está anotando su número, mierda. Qué hago. Nada, nada, no quiero hacer el papelón de huevón. ¿Me voy? No, nicagando. Broder, una más. Me la seco, carajo. Huevón, qué tal. Ya, sí, tráeme a las hembritas. Esta noche la hago.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Le pidieron que escriba un poema.

Le pidieron que escriba un poema. Un poema motivacional para el año nuevo. Se negó entre dientes. De qué podría escribir si ha sumergido el dolor en vicios que están mojándose en llamas. Si tiene encarcelada el alma y ya nadie la aguanta. Si cada día hay una subespecie que detesta. Nunca se ha exigido cordura, tampoco agua pura. Ha tenido transiciones. Ya no quiere más apariciones. Igual están sus direcciones. Quiere dejar de visitar el pasado sin mencionar todos sus estragos. Quiere dejar este aliento amargo de un viaje clase turista que le salió caro. Tiene la mente en blanco y al miedo rondando. Ya nada le parece apropiado. No se ha mimetizado. No puede bajar la mirada. Eso no se ha enseñado. Tiene sus razones con una conciencia desordenada de convicciones. Hace tiempo que la santidad se le ha evaporado. Por eso no puede escribir de cosas bonitas, ni siquiera algún verso bien intencionado.  Sólo quiere curar las heridas del protagónico antagónico que, por error, ha caracterizado.

Todo eso se los explicó en una carta que únicamente decía: "No puedo. Muchas gracias".

sábado, 7 de diciembre de 2013

Fuerte

No lloré nunca al frente tuyo porque una vez dijiste que las mujeres siempre lloran. Me he aguantado las ganas hasta llegar a casa. Nadie me ha visto. Tú piensas que nada me importa. He hecho ceremonias mentales despidiéndome, dejándote ir. Me ha dolido el pecho. Sigues aquí dentro. No sé qué podría decirte. Hemos vuelto a coincidir. Te veo a oscuras. Me estás viendo. La verdad es que quisiera acercarme, pero no lo voy a hacer. Volteo y me pongo a conversar sobre ti. Es tan fácil, pero a la vez, tan difícil. Voy  por una cerveza. Quisiera estar serena. Mi corazón se sale. El juego de luces le abre un camino. Llego a la barra. Tú no te mueves, pero me sigues viendo. Es la tercera vez que vas a hacer esto. Se está volviendo algo rutinario, pero detestable. Entre la música y el pudor, ahora somos un par de desconocidos. Me duele fuerte. Cojo mi vaso, bebo hasta la mitad. Frunzo el ceño y te miro. Frunces el tuyo. Ninguno baja la mirada. Todo se oye en eco. Sólo existen los ceños y nuestros ojos. Una, dos, tres y se vuelven incontrolables las lágrimas que ya no puedo contener. Aún mojada con agua salada, mantengo la misma posición. Nunca han habido ni gritos ni mentiras, sólo distancia y silencio, amor bohemio. Tengo que dejarte ir. Desvío mi mirada, ni siquiera seco mis lágrimas. Me tomo la otra mitad. Cojo fuerte el vaso vacío. Tú sigues ahí. Por qué no te vas. Retrocedo un poco y regreso con los demás. Si vas a seguir viéndome, por qué no te acercas. De reojo, ahora yo te miro. De reojo, trato de decirte todo. Un amigo me saca a bailar. No puedo decirle que no, porque es mi amigo. Igual yo te miro. Te traen vodka. Me miras, te volteas y abrazas a otra.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Despedida

Cerré con seguro la puerta. Prendí todas las luces. La televisión tampoco se apagó. Creo que no soy de una costilla, sino del corazón. Una bebida añeja me detiene la preocupación. He intentado controlarme, detener lo que yo soy. De una amargada por completo me disfrazo, sin razón. Llorar me cuesta menos cuando no encuentro solución. Sólo que ha pasado el tiempo y tengo que tomar una decisión. Yo puedo ver tus sueños y reconocerme en ellos. Sabes a lo que me refiero. No quise ser una decepción. Siempre con un tornillo menos, he andado cuando soy yo. Si pudiera regalarte un mundo, te lo daría sin mención, pero sólo puedo dedicarte una canción. Quisiera que me entiendas y no sufras por cómo soy. Sé que quieres verme sonreír. Yo quiero hacerte feliz, aunque no me lo creas. No sé que pasará después, pero quisiera saborearlo. No voy a estar lejos, voy a seguir siendo yo. Un teclado me llama la atención. Yo te quiero con misterio y con todo el corazón. Sólo que lo intenté y me sentí a medias. Esa persona no era yo. Mi persona en el mundo eres tú, sin condición. Entiéndeme yo quiero, no digas nada que ya me voy.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Tiempo

Las sombras de la calle persiguen sus rituales.  No hay nadie, qué le van a hacer. Caminan por los mares de la mano de mi cuerpo. Puedo ver un recuerdo que se acerca en el tiempo. Como galletas, como si fuera ayer. Mis ojos brillan, tanto tiempo, a través del viento y de las luces que alumbran la ciudad.  Busco un lugar eterno, un poco lejos, que vaya lento y no me haga mal. Miro adentro, se siente fresco, ya no hay más miedo. Es bueno estar acá.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Anoche soñé con Sol.

Había perdido el tiempo toda la tarde en cosas que ya ni me acuerdo. Estaba en mis días. Me puse unos jeans claros, un top negro, una blusa de gasa  y un inusual blin blin. No tuve tiempo de peinarme. Empujé las botas a mis pies y metí dos cervezas en la cartera. Impuntual, once again. Caminé. Corrí. Intercalé hasta el paradero y subí a un micro. Marqué su número para disculparme. Llegué y como siempre, Sol no estaba molesta. Me esperó con una Coca-Cola. Subimos al taxi y yo, saqué las cervezas. Caminamos por el Puente de los Suspiros. Había demasiada gente: la Noche en Blanco. Nos paramos al frente de la iglesia. Hicimos un par de comentarios y nos dimos media vuelta. Fuimos a la plaza. Nos quedamos paradas un rato viendo a un par de bailarines y luego, nos distrajimos con la percusión. Era el turno de Lucho Quequezana. No podíamos pasar entre la gente. Caminamos por el boulevard. Nuestros pies nos llevaban al bar de siempre. Caminamos por Bolognesi y luego volteamos a la izquierda, Nicolás de Piérola, cuadra 1. Entramos, estaba vacío. Nos sentamos y tomamos un par de chelas más. Yo no paraba de hablar de Manuel Carpio. Pobre la Sol. Me encontré con una amiga de la universidad. Me emocioné. Estuvo con nosotras un rato. Todo estaba tranquilo hasta que se acercó desconocido número 1. De frente se sentó en la mesa, nos invitó una chela, nos quiso meter floro sobre nuestra ciudad y bueno, yo disfrutaba cagarlo una y otra vez. Sol no sabía dónde meterse, siempre tan amable ella.  Pedimos salchipapas. Desconocido número 1 se dio cuenta de la incomodidad y se retiró. La música estaba buenísima. Yo disfrutaba escucharla. Me quedé sentadita, casi inmóvil y me perdí con mi cabeza volteada a la derecha, con la mirada fija en un mismo lugar. Sol siempre me ha entendido. Sonó El baile y el salón. Me levanté de la silla. Me puse a tararear y a bailar. Terminó la canción y me volví a sentar. Cerca de nosotros, inclusive desde que desconocido número 1 estaba presente, me di cuenta de tres chicos conversando cerquita. De pronto, desconocido número 2 y desconocido número 3 se nos acercan (ambos eran parte de esos tres chicos). Sol bailó con desconocido número 2. Yo le dije que era antisocial a desconocido número 3.
 - No te pareció guapo mi amigo. 
- No es eso, es que soy antisocial.
- Ja, ja.
- Flavita, ¿estás bien?
- Sí, baila nomás.
Me quedé sentada. Desconocido 3 se quedó conversando con el  chico que no se acercó.  El chico que no se acercó hace rato me había visto de reojo. Yo me había dado cuenta. Yo me preguntaba por qué él no se acercó. Fue un pensamiento vago, en realidad. 
Esa fue la primera vez que Flavia vio a Mario. El chico que no se acercó era él. 

domingo, 27 de octubre de 2013

C.

Yo me acuerdo de unos ojos claros cuando los miras de cerquita y una sonrisa adornada con bigotes. El era mayor. Yo no tenía miedo, por primera vez. Me vio en muchas de mis facetas. Sonreía con mis respuestas. Yo salía del caparazón, sin reparo. Yo, con exactitud, lo recuerdo.
Besó mi frente, varias veces. Acarició mis brazos, suavecito. Yo lo quise desde que mencionó: "Arequipa". Yo no me olvido.
Me gustaba bailar cuando estaba cerca. Me ponía a cantar a toda voz, sin sentir vergüenza.  Mis ojos brillaban mientras mi corazón se aceleraba. Yo aún puedo sentirlo. Me gustaba que él me mire.  Yo detestaba mi timidez.
Yo llegué a admirarlo. Me gustaba su calidez. Yo me quedaba en silencio pensando en él. Me hizo conocer el mismo Sol en un viaje cósmico. Yo echo de menos la magia, la estrechez.
Yo lo pienso. No he olvidado todo lo que fue.



Llevo conmigo los recuerdos en minutos, con precisión.

lunes, 14 de octubre de 2013

El bohemio azul

Yo quería un chico con barba y bigotes, de cabello oscuro, que use lentes para leer. Y que sus cejas sean pobladas y que sus ojos, ya fueran claros u oscuros, brillen cada vez que sonría. Yo quería un chico que sea un renegado, a veces. Yo quería un chico libre, un chico rebelde, un chico que vuele. Yo quería un chico que ría con mis bromas tontas y que comprenda mi difícil forma de ser. Yo quería un chico que no use pitillos ni se eche gel para elevarse el cabello. Yo quería un chico de peinado desordenado. Yo quería un chico con uñas limpias y cortas. Yo quería un chico con brazos fuertes para que me abrace aún más fuerte. Yo quería un chico que fume cigarrillos y se eche unas chelas algunas mañanas conmigo. Yo quería un chico que le gusten los perros y entienda cuánto miedo le tengo aún a los gatos. Yo quería un chico que desaparezca conmigo, que aparezca conmigo, pero también que desaparezca solo y que me deje desaparecer sola. Yo quería un chico que hable malas palabras delante de mí, un chico transparente que no cambie cuando está con sus amigos. Yo quería un chico que si tiene que tirarse un pedo, se lo tire. Yo quería enamorarme de un ser humano y nunca jamás de un ser pre-fabricado. Yo quería un chico que me sorprenda con Coca-Cola, pero que me convenza de beber agua. Yo quería un chico que me hable de Julio o Alfredo sin la intención de usarlos como estrategias para conquistarme. Yo quería un chico que no juzgue, que no etiquete. Yo quería un chico que tenga todo un playlist con música rara. Yo quería un chico que lea mientras caga.  Yo quería un chico con gustos clásicos, pero no convencionales. Yo quería un chico cumbiero, pero también rockero. Yo quería un chico antisocial. Yo quería un chico terrible. Yo quería un chico leal. Yo quería un chico que no hable demasiado. Yo quería un chico intelectual. Yo quería un chico cinéfilo que no ande besándome mientras nos metemos algún maratón. Yo quería un chico que le nazca serme fiel. Yo quería un chico que se meta a cualquier cuchitril conmigo y se vacile hasta el amanecer.  Yo quería un chico que algunas veces pueda perder los estribos.  Yo quería un chico que tenga una pasión adictiva. Yo quería un chico que sea lo que quiere ser. Yo quería un chico a quien admirar. Yo quería un chico con el que pueda compartir mi soledad.

Y la verdad es que yo nunca soñé con un príncipe azul, pero sí, con un bohemio azul.


martes, 24 de septiembre de 2013

Cuando Mariafé está triste.

Mariafé nunca sabría la verdad. Era un hecho. Miraba sus uñas mientras pensaba. Luego, tapaba sus pies con el cobertor, prendía la televisión, ponía los audífonos en sus oídos y miraba fijamente imágenes que tan solo se movían.  Subía el volumen, repetía la misma canción.

Trataba de encontrar respuestas sólidas, coherentes. Fallaba en el intento. Se ponía a cantar. Se sentía ridícula. Se ponía a llorar. Nadie la podía consolar.

De pronto, se distraía pensando en el tiempo. Se le ocurría comprarse un reloj. Sería una buena idea. Pensaba en algunos modelos. Pero, poseer un reloj es someterse, se decía. Un debate de quince minutos formaban sus ideas hasta que se le ocurría cambiar de canal en el televisor.

Prendía un cigarro que había quedado a medio terminar. Sonaba su nariz y aprovechaba para verse de perfil en el espejo. Luego se miraba de frente. Veía unos ojitos llorosos. Se quedaba quieta, parada al frente. Aumentaba aún más el volumen para escuchar más fuerte la canción.  Las lágrimas salían de forma involuntaria. Daba espaldas al espejo. Apagaba el televisor.


No es cierto, no es cierto, no es cierto, repetía. Se metía en la cama. Se tapaba toda y ahí, justo debajo del cobertor, sacaba su manito y buscaba en el primer cajón una foto. La abrazaba fuerte. La colocaba bajo la almohada. 

jueves, 19 de septiembre de 2013

Ever.

Me botaste la sopa en la cara. Felizmente estaba tibia porque si no, me quemabas.
Te pusiste a llorar.
No sabía si debía de irme. Me quede quieta sin pronunciar nada.
Cogiste una servilleta y me comenzaste a limpiar.
Me pediste que me sacara la polera. Prometiste lavarla. Trajiste una tuya.
Seguí tus instrucciones. Me senté en el sillón y prendí la televisión.
Unos gritos vinieron de la lavandería. Eras tú repitiendo cada vez más despacio: perra, perra, perra.
Caminaste hacia mí sin dejar de mirarme. Te callaste. Yo me paré porque me asusté.
Tomaste mi mano y me pediste que por favor me cortara el cabello.
Trajiste unas tijeras. Me hiciste una cola y cuando ya ibas a cortarlo, ahora yo  tomé tu mano y te pedí que no lo hicieras.
No dijiste nada. Tu mano llevó a la mesa de centro las tijeras para que después doblaras tus rodillas y estuvieras arrodillado al frente mío llorando y pidiéndome perdón, de nuevo.
Yo, otra vez, no sabía si debía irme. Me volví a sentar en el sillón cuando mi celular empezó a sonar.
Lo había dejado en la cocina, junto a la olla de sopa. Tú fuiste, lo trajiste y me lo tiraste en la cara. Me tapé con mis manos, pero cayó justo en el dedo donde llevaba el anillo que hace mucho me regalaste. Empezó a sangrar. Te miré indignada, sin decir nunca nada. Me paré y fui al baño. De pronto, estabas alado mío con algodón y agua oxigenada. Intentaste curarme, soplaste mi dedo y luego le diste un beso. Enseguida, me invitaste a cenar y me pediste que escogiera el lugar.
Mencioné que no tenía hambre. Insististe. Me quisiste besar y para evitar que lo hicieras, dije que prefería no salir, que una pizza estaba bien. Otra vez me llamaste perra. Te pusiste una casaca, tomaste mi mano sana, abriste la puerta y me metiste al carro. Subiste. Pusiste “Always-Blink 182” a todo volumen y me la empezaste a cantar, como siempre. Manejabas, mientras cantabas, como un loco. Te pregunté a dónde íbamos y respondiste que a comer pizza, no?
Paraste en la pizzería. Me quité el cinturón de seguridad y cuando iba a abrir la puerta, pusiste tu mano en mi pecho como para que no salga volando y aceleraste.
Me pediste que me pusiera el cinturón y me avisaste, porque nunca me consultabas sobre los cambios de planes, que iríamos a casa de Nicolás y que ahí pediríamos pizza.
Nicolás no estaba.
No dejaste de presionar el acelerador como si el carro y yo fuésemos los culpables. Tenía miedo de mirarte. Giré mi cabeza a la derecha y vi a un niño que corría con un helado, mientras que su mamá lo perseguía con una casaca. Dos cuadras más arriba, había un grupo de chicos que estaban tomando un trago. A unos metros, una pareja, caminaba de la mano y podía sentir, aunque el carro iba a toda velocidad, el nerviosismo del chico y de la chica por el hecho de rozar sus manos.
Se me hizo relajante observar a la gente e imaginar sus posibles historias. Estaba distraída cuando de pronto, frenaste en seco y me pediste que me baje. Me quedé inmóvil, de nuevo. Luego, cambiaste la frase al plural y bajaste primero y me abriste la puerta. Me di cuenta que estábamos en la pizzería que tanto nos habían recomendado,  por el precio.
Entramos. Nos sentamos. Pediste la oferta: hawaiana más dos vasos de Coca-Cola. Esperamos en silencio que a mí se me hizo breve. Eché orégano, me acabé todo el orégano. Tú cogiste el ají, me viste a los ojos mientras lo rociabas en tan sólo una rodaja. Te la metiste a la boca sin dejar de mirarme. Yo sólo bajé la mirada. Comí un pedazo más intercalando mi vista entre el plato y mi vaso de gaseosa. Te paraste, pagaste, regresaste, me tomaste la mano y me llevaste al carro sonriendo, como si todo estuviera bien.

Bajaste las ventanas, arrancaste y te pusiste  a gritar que me amabas. Ibas muy rápido. Te pedí que pararas. No me escuchabas o no querías escucharme. Empezaron a darme náuseas. Te diste cuenta. Paraste. Abrí la puerta y me puse a vomitar. Tú siempre tan cretino y tan necio.  Prometiste no acelerar tanto, nunca más. Yo en ese instante prometí no volver contigo nunca más. Limpié con los puños de la polera mis labios, bajé del carro y corrí. A un par de cuadras, tomé un taxi. Tú detrás del taxi siguiéndome. Le pedí que acelerara. No dejabas de llamarme al celular. Llegué a la casa de tus papás. Ahí te desviaste y me mandaste mensajes diciéndome perra, como siempre. Me quedé dentro del taxi quince minutos y de ahí le pedí que me llevara a casa de Micaela. Dormí, como si nunca lo hubiera hecho, dormí.

martes, 17 de septiembre de 2013

Sensitive.

Me senté de pie junto a la pared. Mis lágrimas corrieron porque no me quería. Esta ilusión fue de mentira, palomitas que vuelan sin compañía.
No quiero hacer bulla porque me he vuelto a caer. Cervezas y cigarrillos para después. Mis pies van escondiendo este agujero y yo voy que baño al corazón. Lo ensucio de verde. Me encierro sola en la habitación.
Sonreír y fingir que estoy bien. Hoy me hundo aprovechando que nadie me mira. El bar lleno de gente y yo, insistía, en silencio, pero lo hacía.

Apoyada en una escoba, para que duela menos, voy contando las gotas que van llenando la habitación. 

domingo, 14 de julio de 2013

Desayuno para escapar.

He encontrado en mis labios,
no puedo parar,
sin irme de esta ciudad.

La vida sigue siempre igual,
la historia no da para más.
Y ahora sin esperar,
las maletas engordan a la par.
Parece fácil subir y bajar.

Quiero levantar mi voz,
culpar a la miel, jugar ajedrez,
hacer un resumen en la planta de mis pies.

El llavero me lo llevo,
rompiste el reloj y
la pila enfureció.

Mis oídos alquilan escalofríos,
no puedo parar
sin irme de esta ciudad.



















viernes, 28 de junio de 2013

Por ti.

No hay vacíos que se escapen, hasta el silencio obtuvo voz y es que me sentí invencible, por ti. Un par de identidades de alguna historia que parece que nunca sucedió. Sin embargo, en mi mente aún continúan sonidos  de unos besos de cejas pobladas. Aún siento unas manos que dibujan un tierno recuerdo. Soy cortés, pero parezco desinteresada. No te miro, qué chica para más rara. De pronto, capturas toda mi atención. Me hipnotizas y no me quiero ir. Tengo frío y en un instante, tú ya entibiaste mis yemas, mi corazón y mi nariz. No tengo miedo, por ti.

Haces que no pare de reír. Cierro mis ojos y confío en ti. Resalto mis defectos, los enumero. Una barba castaña me escucha y respira por mí. Tus ojos no se me escapan, hacen que me muera, por ti.

No me aparto de tu lado. Abro los ojos y es verdad lo que está pasando. Tú estás allí. Me estás mirando y abrazando. Sólo conoces palabras dulces y yo me derrito, por ti. Finjo sosiego mientras pienso que estás ciego. No digo nada, pero mi mirada no engaña y estoy feliz, por ti.

Nos reímos, jugamos y bromeamos. La casualidad se ha juntado con la coincidencia. La felicidad en picos altísimos se manifiesta. Sonríes con mis comentarios tontos. Los dos somos un pastel humano con exceso de azúcar. Igual es mi favorito, por ti.

Pero el tiempo hizo con la realidad un pacto que sólo duraría un poquito. Me pierdo entre tus dedos y encuentro un refugio en tu pecho. Tengo que ser fría conmigo, ya me tengo que ir. No quiero decirte más de mí. No esperaba que aparecieras justo cuando te vi. Me miras y no necesitamos pronunciar nada. Me besas y la pena se llena por completo dentro de mí. Mi inconciente quiere que preguntes de nuevo y contestarte todo. Mi cabeza es un caos, yo no sé qué debo sentir. Quiero abrazarte y no separarme de ti. Pero lo correcto es dejarlo todo ahí. Camino sola, quiero correr y alejar aquellos momentos de mí. Mi corazón se hace pedazos, me siento infantil. Me quedo paralizada, por ti.

Continúo con mi rutina, con mis botas y mis ironías. Ha pasado el tiempo y a veces creo que sólo fue un sueño. Pero, me acuerdo de ti. No tengo nada a mi favor, ni te acordarás de mí. Pero tienes una minina que te puede hablar de mí. Tanto miedo que le tengo a los gatos y quizás ella pueda buscarme, por ti.

Tengo ganas de encontrarte y decirte que estoy aquí, pero el miedo me atrapa y sólo voy por ahí.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Confesión

El silencio ha sido servido en forma de taza con un tecito disuasivo. La pequeña cuchara se ha dirigido incontables veces a mi boca. Mis labios han sido coloreados con matices marrones. Han jugado a la luz y a la sombra. Han pretendido no pronunciar palabras. Mi cerebro mandó la orden de prohibir exteriorizaciones.
No he calificado ni establecido juicios. Simplemente me quedé en la premisa y así dejé que el tiempo pasara.
No me he mostrado débil ante los demás ni ante el espejo. En mi privacidad, que son casi las 24 horas a diario, tampoco me permití concretizar. Sonaba insensato torturarme con razonamientos que me hicieran llorar.
Pero, olvidé que todo se acumula. Aunque pretendiera "seguir adelante, sin mirar para atrás", no había llenado los vacíos que cada día han ido profundizándose.
El comienzo de mi estrategia fallida fue dejar, de manera radical, mis viejas manías y costumbres: no fumar, no salir, no frecuentar los mismos lugares; no llorar, no hundirme, no escribir cosas tristes; no preguntarme mil veces por qué.
Fui austera conmigo misma.
Di un giro a mis pensamientos. De pronto el cambio se hacía notar. Tomaba un par de chelas sola en mi habitación (el único vicio que seguí cargando feliz) y entablaba fuertes lazos de amistad con el cine en casa. Jugaba con la ropa, demasiados outfits re-buenos. Comenzaron a interesarme cosas nuevas.

Me sentí lista y poco a poco retomé mi vida anterior: hola cigarros, lugares de siempre, anécdotas buenísimas, locurones, pero hasta ahí nomás. Nunca más el segundo nivel, todo ese paquete de cosas tristes y por ende, nocivas para mí, no podían regresar. Así que siguió en pie la prohibición.

Hoy, el stand-by se fue a la mierda.

En algún momento, yo misma tenía que permitirme parar. Si quiero hablar de lo sensato o de causalidad, es lógico y necesario que llore más de las doscientas millas e invada todo el mar chileno. Es sensato que yo misma me abrace fuerte y me consuele y sí, diga NUNCA MÁS pero a todo lo que ha conllevado a estas reacciones. Si tengo que resolver, tengo que aprender primero a aceptar y para ello es natural permitirme estar muy triste y eso implica valentía.

No es el momento para darme lecciones de moralidad ni figurarme propósitos. Saltearme el dolor me ha cagado más.

Tengo primero que hablar, entablarme un sermón a mí misma y vencer mi inestabilidad, después.
Esta noche, todo se me ha juntado sin maquillajes. Y ya no quiero renunciar. No es lo correcto porque me hiere más.


miércoles, 8 de mayo de 2013

In espera

Llevo encendida una vela dentro de mí.
La constancia de aquellos momentos.
Estaba perdida y me encontraste.
Una locación inesperada, pero perfecta.

He muerto por tu rostro.
No existe congruencia.
Mantengo un recuerdo latente.

He abandonado la rutina.
Sólo tú fuiste capaz.
Te has vuelto un motivo,
mi motivo para sonreír.

Y no sé quién eres,
no sabes quién soy.

Volé a lo más alto y, no caí.
Me sostuviste de manera tierna.
Dime que te acuerdas.
Una locación inesperada, pero perfecta.

Nada trasciende.
Pero, tú me enloqueces.
Esto sucedió.

Y dónde quiera que estés,
de mil posibilidades,
existes.







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Horizontal

No sería una noche cualquiera. Pretendía tomar hasta perder la conciencia. Sonaba como si fuera la manera más fácil de establecer un intervalo sin reproches. Yo no había cambiado. Para bien o para mal, aún no había mutado.
La rutina me resultó agobiante, monótona y repetitiva.
Necesitaba un descanso. Decidí ser quien fui un sábado cualquiera.
No sentía  ganas de desahogarme y conversar. Sólo necesitaba estar conmigo, una vez más. Pedí cervezas, tequila y pisco. Hice un remix de mis neuronas y con ellas borré nociones del "deber ser" difícilmente erradicadas de mis sesos. Perdí la conciencia, absorbí el intelecto. Me refugié en tus besos. Te conocí a ti y exististe sin contradicciones. Dejé que me conocieras, dejé que me vieras.Volé a lo más alto y a lo más bajo. Fui una fosa nasal a tu lado, sin reproches ni motivaciones. Acá no importó ni siquiera la biografía.

Y aunque desaparecí, pienso en ti. de muchas maneras.
Con un par de gestos, duermo menos porque estás metido dentro de mis recuerdos.
No me arrepiento. No me lamento.


sábado, 6 de abril de 2013

Desnudez

Ha llegado la noche y hace calor.
Sólo quieres permanecer en silencio.
Hace tiempo que no hay cigarrillos en casa.
Dejaste de fumar, no?
El drama te ha dado la mano.
Intentas safarte.
Piensas en emborracharte, 
divertirte hasta morir.
No sabes de qué hablar.
Tu caparazón es lo más sensato.
Tantas malas costumbres,
no te arrepientas de nada.
La vida te ha sonreído,
te ha dado la espalda, te ha recogido.
Has conocido el amor, el placer, el dolor.
Muchas veces no te atreviste,
pero las cosas llegan por sí mismas.
Derrepente, cuando menos lo esperas,
ni siquiera lo piensas, todo simplemente ocurre.
Puedes saber que va a pasar cuando falta poco.
A veces, decides callar y esperar.
Todo depende de las personalidades.
No es cobardía, no es valentía.
Sólo es una decisión.
Estar asustado es normal.
Los pensamientos van y vienen.
Todo es un desorden, un desconcierto.
Recuerdas lo que dejaste de lado,
a pesar de lo mucho que te gustaba.
 Escogiste preponderar.
Te fuiste por lo más seguro y pensaste que después,
sí, después, te dedicarías a lo que te encantaba.
Ahora entiendes que nunca debe dejarse de lado lo que uno ama,
lo que a uno le gusta hacer.
No todo ha sido en vano.
Nada ha sido en vano, en realidad.
Has sido capaz de volar y permanecer en el viento.
No has sido una mujer mojigata.
Has conocido tus principios y también te has portado mal.
Y lo mejor es que nunca nadie va a decir que fuiste normal.
No hay nada por qué temer.
Las cosas tienen que pasar.
Todo  regresa a un orden,
siempre.


Ellos.

Ella ha sido muy feliz con varias historias parecidas: Freddie Mercury y Julio Cortázar, en la vida real; One day, Rayuela y  La amigdalitis de Tarzán, en la ficción.
Ha sido una mujer complicada: dulce, pero a veces, mala. Ha mutado de vez en cuando. Cada etapa la ha marcado. Ha cambiado de objetos y personas. No se ha obsesionado durante mucho tiempo con nada. Se ha puesto tiempos exactos para llevar al máximo nivel sus emociones y de vez en cuando, sus sentimientos. Pero, todo ha sido matemáticamente calculado. Así todo ha sido más fácil de llevar.
En lo único que nunca ha pretendido calcular ha sido en lo que sería capaz de hacer por  su familia y por dos personas más. Dos personas que ha amado sin medida, por las que sería capaz de hacer cualquier cosa, para decirlo de la forma más simple.
Nunca ha entendido por qué las quiere tanto y cómo ambas son capaces de hacerla tan, pero tan feliz. Y las dos, una siendo hombre y la otra, mujer, han llevado a la realidad a sus personajes favoritos.

Nunca nada fue planeado, simplemente se dio la coincidencia y así, la belleza de la imperfección.
Ella rompe todos sus parámetros, las lecciones aprendidas, los malos recuerdos y su amargura cuando está con ellos. Los ama y tal vez está perdidamente enamorada de la esencia de ellos dos.
Engríe, tolera, llora, ríe, sencillamente es ella con ellos. No se esconde, no se asusta, confía.
Pero ahora ella está muy asustada y ellos están lejos. Tiene miedo de no llegar a verlos. Ha sido recurrente en repetir mil y un veces demasiados te quieros hacia ellos. Y también, ella puede irse tranquila porque sabe que ellos dos la conocen más que nadie y por ello, saben que son lo único que jamás podría ella cambiar. Pero también sabe que pudo hacer más y tiene miedo de que ya no le alcance el tiempo. Ahora el reloj se queda sin pila, día a día. Habían muchos planes que pueden quedarse  sólo en ideas. Ella se va, ellos se quedan. Le hubiera encantado contarles las canas, cuidar a sus sobrinos. Está asustada. Y lo único que quisiera sería verlos a ellos porque como ellos saben, todo lo demás le llega al pincho.


domingo, 10 de marzo de 2013

Todito, toditito.

Creí cada una de tus afirmaciones
que mezcladas con tus miradas,
parecían palabra sagrada

Enloquecías cada vez que lloraba,
me abrazabas y besabas,
volabas al atardecer.


Mi cabeza no entiende lo que pasa,
me pierdes y te dejo lejos,
esta firmeza me fortalece por dentro.



Recojo mis pedazos
que rompiste aquella noche
con tanta destreza y malicia.


Tú tomaste todito mi ser,
desordenaste mis convicciones
y no te bastó.

No voy a mirar para atrás,
ni el recuerdo de los buenos momentos
va a pesar más.

Voy a terminar con esta tristeza,
voy a borrar toditito mi querer
porque ya no quiero estar cerca de ti, otra vez.




.




domingo, 3 de marzo de 2013

Claridad


Desde hace un tiempo, el reloj ha aumentado su velocidad. Creo que se cansó de correr en los mismos maratones y ahora, compite. Es así que los días avanzan más rapidito. Los años vuelan. En ocasiones me he quedado estancada en un mismo momento. Fui su única habitante pues seguía a la par del mismo calendario que se quedó en un día, que se quedó en un mes. Soy experta en esos estancamientos y ello no enorgullece ni un poquito.

Hablando del tiempo, la historia tuvo sus intervalos. Para hacerla más gráfica, era un cómic que parecía haber llegado a su fin con un par de speech balloons que sólo decían "BOOM" "BOOM". Pero nunca me di cuenta que la última página tenía en la parte de abajo, con letras pequeñas, un "to be continued". 

En sus ausencias, yo continuaba con mis días y poco a poco quedaba convencida de que el libro se mantendría cerrado. Pero, todas las veces siempre se me hicieron difíciles, con excepción de esta última. Atinaba, presa de mis estancamientos, a cerrar con tres vueltas la puerta de mi mente, de mis labios y a disminuir el volumen de los latidos del corazón. Lo extrañaba horrores y sin pretender buscarlo, sufría para mis adentros. He invertido mucho en pañuelos tissue. Y, muchas veces he terminado buscándolo.

He confiado mucho en él. Creí en cada una de sus palabras. Traté de acomodar mis razonamientos para que hilen sus excusas. Cerré mis oídos a terceros. La verdad es que no quise creer lo que me decían y es que no había coherencia con la persona maravillosa que yo conocía. No le hice caso a lo evidente.

Aunque la presencia de peleas fue constante, callé muchas cosas. Nunca quise lastimarlo. Pero, esto no fue recíproco.

Le entregué mi alma, mis miedos y mi felicidad. 

La última edición del cómic fue diferente. Fui racional. Y, le concedí un momento para amarme. Me lastimó más. Puse las cosas sobre la mesa. Le hice notar cada una de sus incoherencias. Me cansé. Pese a ello, era conciente de dos cosas: que esta podía ser la última parte de la enciclopedia que se estaba formando o que el "fueron felices para siempre" podría ser. Lo probé. Reprobó. Y le dije adiós, para siempre.

Ahora ya no existen el “puede ser”, el “si hubiera” ni el “lo necesito”. Abrí los ojos. Quedé decepcionada. Quedé desencantada. Él escogió.

Ya no es lógico estancarme. Cumplí con toda mi rutina, por inercia, pero lo hice. He caminado a paso firme y ya ni de llorar tengo ganas.

No tuve un final feliz, pero sí uno bastante claro.



jueves, 31 de enero de 2013

Diferente.



Las yemas de los dedos queman. 
Debería de apagar el ordenador.
Está sola en su habitación.
Va a la cocina, regresa de la cocina, vuelve a la cocina.
Toma asiento en su cama. Dobla sus piernas.
Se pone los audífonos. Sube el volumen.
Regresa a la cocina y abre una chela.
Mira sus pies. Observa sus piernas.
Se siente indefensa.
Vuelve a la cama.
Decide meterse un duchazo.
Espera que los minutos sequen su cuerpo.
Detesta las toallas.
Suena el celular.
Son las diez de la noche.
Le dicen que vaya al bar.
Duda.
Se queda en su cama quieta y duda.
Coge el vestido azul con puntos blancos.
Lllega al bar.
Encuentra a sus amigos.
Se compra una chela.
Empiezan las bromas pesadas.
Se burlan de su soledad.
Ella sonríe, primero.
Va por otra chela.
Continúan con las ironías.
Se defiende sutilmente.
Ellos se enfadan.
La joden, la re-joden.
Ella les echa la chela en la cara.
Los manda a la mierda y sale a fumar.
Se pone a llorar.
Vuelve a entrar.
Se sienta en la barra.
Toma más chelas.
Le encanta chupar sola.

lunes, 28 de enero de 2013

Para todo el mundo un limón y sólo con ella, una mandarina.


Terminamos el colegio, pasó algún tiempo y no pudimos permanecer en la misma ciudad. Sus viajes a Gringolandia siempre fueron habituales. Yo ya estaba acostumbrada, porque siempre regresaba. Yo partía de esa premisa para no dejar de sonreír. Pasamos muchas mañanas juntas en el verano del 2008. Pero a mí se me había ocurrido mudarme. Me fui a fines de marzo. Fue la última y la única amiga que vi el último día que vivía en casa. Quemó las arepas. Toda mi cocina estaba con humo. Igual las comimos. Me regaló un anillo y un polo suyo que me encantaba. Yo le hice un CD que tenía de portada a nuestros cacharros y en cada canción, había una explicación de mis motivos, de nuestros motivos por los que teníamos que recordar todo el playlist enterito.

Nuestra amistad siempre fue especial. Nunca fuimos las típicas amigas del colegio que andan juntas en todos los recreos y se ven cada fin de semana. Siempre fuimos expertas dándonos nuestros espacios. Cada una tenía un grupo de amigas aparte... aunque terminábamos buscándonos.

Tuvimos una historia familiar parecida. Tal vez eso ha hecho que nos queramos tanto. Nuestras mamás todas unas ladies y nosotras, todo lo contrario. Además, siempre hemos guardado con mucho cariño todo lo que nos han dado nuestros papás.

Mi escritor favorito es Julio Cortázar y obviamente su obra más conocida, "Rayuela" siempre hizo que enloquezca un poco. Lo más curioso y lindo es que yo no busqué con ella vivir por el mismo sendero de La Maga. O quizás si lo soñaba, era con un chico, no? El amor de mi vida, debería de ser. Pero, mi Maga vino a ser Maria Pía. Y eso es mejor, es más sensato, más real. La razón se resume en la parte que dice "andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos". Y, sí pues señores, María Pía y yo hemos trascendido en el tiempo y en el espacio. Hemos estado juntas siempre gracias al pensamiento y al cariño. Ella ha pasado largos periodos por Gringolandia como por Guatemala. Yo me he mudado nueve meses en la misma ciudad que decidí habitar, pero en cada mudanza, he sido demasiado cuidadosa para no perder cada pequeña cosita intangible que me haga tenerla presente, siempre. Desde chicas hemos sido así, cabe precisar. A veces nos hemos encontrado en Arequipa, caminando por la calle, sin saber que estábamos en nuestra tierra y todo ha sido tan mágico, tan de la putamadre. No ha hecho falta irnos a un café para contarnos las buenas nuevas, porque sólo ha sido necesario vernos a los ojos para comprender cómo estábamos. Cada vez que nos vemos, ya sea de casualidad o cuando decidimos distanciarnos y de pronto, buscarnos de nuevo, todo fluye con la misma continuidad de los días del colegio. Con los años yo me he dado cuenta que las personas han cambiado y es obvio, es natural, de eso se trata crecer. Pero con ella siempre ha sido y es distinto. A pesar de que las circunstancias y nuestra forma de ser toda desprendida y amargada de ver al mundo, a veces, hace que coincidamos siempre en algo: en querernos como somos, como hemos sido y como tal vez, lleguemos a ser.

Ella es mi bohemia favorita desde que ambas éramos católicas cucufatas que se encontraban en el oratorio del colegio durante el recreo. Seguimos siendo las mismas, aunque ahora yo tenga celulitis en mi panza y su cabello tarde en crecer. Sabemos lo inconfesable, lo que hemos y seríamos capaces de hacer, las cosas que no se dicen, las cosas que no se cuentan, lo que nos hiere, pero también lo que nos hace muy felices. Es la única persona que no lleva mi sangre a la que nunca he dejado de querer así de tanto, así de fuerte. Sólo por ella podría arriesgarme. Y es que en mi perspectiva, con mi difícil forma de ser, ella oxigena mi vida. Y eso hace que me encante ser para todo el mundo un limón y sólo con ella, una mandarina.

Hace unos días volvimos a estar juntas. Fueron cinco días maravillosos. Encabezan la lista de los mejores momentos a su lado. Lo malo es que la extraño demasiado que hasta he llorado y todavía lloro de vez en cuando. Pero así es nuestra amistad y tiene que seguir siendo así para que siga manteniéndose eso que la hace diferente a todas las que he escuchado.

Una forma de sentirla, es cantar el coro de esta canción con todas mis fuerzas, cerrar los ojos e imaginar que estamos echadas en su cama cantándola o como ella misma lo dijo: cuando no teníamos nada que hacer, o sea, en todas las clases.

Te quiero, mi Maga

viernes, 18 de enero de 2013

Naranja.

Se ha roto un ladrillo y un pedacito se parece a una naranja.
Con este Sol, María se puso un vestido y se fue a caminar.
El pedacito se fue rodando por las escaleras. Aumentó la intensidad, atravesó la puerta, cruzó la pista y se detuvo en la esquina, encima de la vereda.
Desenredaba sus audífonos mientras caminaba. 
Han pasado ya cinco personas por la vereda donde esta el pedacito. Nadie se ha dado cuenta de él.
Sonrió al tener los audífonos en sus oídos. Puso su canción favorita y empezó a cantar. Encontró diversas reacciones de la gente que pasaba por ahí.
Los rayos del Sol alumbraban al pedacito. Ya van diez personas. Dos de ellas lo han visto. Nadie lo ha levantado.
María sigue cantando mientras que el viento ha levantado un par de veces su vestido. Se da dos vueltas. 
El viento no está pasando por donde el pedacito.
María avanza una cuadra, voltea hacia la izquierda, repite la canción y llega a una esquina.
El pedacito escucha a alguien cantar.
María se detiene. Revisa en sus bolsillos. No encuentra el monedero.
El pedacito ya no escucha a nadie cantar.
María se da media vuelta. Repite los pasos a la inversa. Busca en el pasto, busca en las veredas. Regresa por las esquinas, retrocede por las cuadras. Ha llegado a su casa.
Un chico en su skate ha cruzado la pista y llegado a la esquina, encima de la vereda donde estaba el pedacito. Está distraído. Se está acercando al pedacito. Lo atraviesa. Se cae, se levanta y se va. 
María ya está en su casa. Encuentra el monedero encima del velador.
El pedacito ha quedado dividido. ¿Ya no parece una naranja?
María sonríe. Sale corriendo. Escoge el mismo camino. 
El viento empezó a soplar más fuerte y alcanza al pedacito.
María está a un par de cuadras y ve a un skater sentado en el pasto frotándose la pierna.
El viento se está llevando a las partes del pedacito.
María llega a esa esquina. El color naranja resalta sobre la vereda. María empieza a recoger  lo que queda del pedacito. Comienza a cantar.
El pedacito reconoce la voz.
María da unos pasos y encuentra más trozos del pedacito
Recoge todos los que encuentra. Busca más. Cruza la pista. Hay más.
María los guarda en el monedero.
El pedacito se siente seguro.