sábado, 23 de noviembre de 2013

Despedida

Cerré con seguro la puerta. Prendí todas las luces. La televisión tampoco se apagó. Creo que no soy de una costilla, sino del corazón. Una bebida añeja me detiene la preocupación. He intentado controlarme, detener lo que yo soy. De una amargada por completo me disfrazo, sin razón. Llorar me cuesta menos cuando no encuentro solución. Sólo que ha pasado el tiempo y tengo que tomar una decisión. Yo puedo ver tus sueños y reconocerme en ellos. Sabes a lo que me refiero. No quise ser una decepción. Siempre con un tornillo menos, he andado cuando soy yo. Si pudiera regalarte un mundo, te lo daría sin mención, pero sólo puedo dedicarte una canción. Quisiera que me entiendas y no sufras por cómo soy. Sé que quieres verme sonreír. Yo quiero hacerte feliz, aunque no me lo creas. No sé que pasará después, pero quisiera saborearlo. No voy a estar lejos, voy a seguir siendo yo. Un teclado me llama la atención. Yo te quiero con misterio y con todo el corazón. Sólo que lo intenté y me sentí a medias. Esa persona no era yo. Mi persona en el mundo eres tú, sin condición. Entiéndeme yo quiero, no digas nada que ya me voy.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Tiempo

Las sombras de la calle persiguen sus rituales.  No hay nadie, qué le van a hacer. Caminan por los mares de la mano de mi cuerpo. Puedo ver un recuerdo que se acerca en el tiempo. Como galletas, como si fuera ayer. Mis ojos brillan, tanto tiempo, a través del viento y de las luces que alumbran la ciudad.  Busco un lugar eterno, un poco lejos, que vaya lento y no me haga mal. Miro adentro, se siente fresco, ya no hay más miedo. Es bueno estar acá.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Anoche soñé con Sol.

Había perdido el tiempo toda la tarde en cosas que ya ni me acuerdo. Estaba en mis días. Me puse unos jeans claros, un top negro, una blusa de gasa  y un inusual blin blin. No tuve tiempo de peinarme. Empujé las botas a mis pies y metí dos cervezas en la cartera. Impuntual, once again. Caminé. Corrí. Intercalé hasta el paradero y subí a un micro. Marqué su número para disculparme. Llegué y como siempre, Sol no estaba molesta. Me esperó con una Coca-Cola. Subimos al taxi y yo, saqué las cervezas. Caminamos por el Puente de los Suspiros. Había demasiada gente: la Noche en Blanco. Nos paramos al frente de la iglesia. Hicimos un par de comentarios y nos dimos media vuelta. Fuimos a la plaza. Nos quedamos paradas un rato viendo a un par de bailarines y luego, nos distrajimos con la percusión. Era el turno de Lucho Quequezana. No podíamos pasar entre la gente. Caminamos por el boulevard. Nuestros pies nos llevaban al bar de siempre. Caminamos por Bolognesi y luego volteamos a la izquierda, Nicolás de Piérola, cuadra 1. Entramos, estaba vacío. Nos sentamos y tomamos un par de chelas más. Yo no paraba de hablar de Manuel Carpio. Pobre la Sol. Me encontré con una amiga de la universidad. Me emocioné. Estuvo con nosotras un rato. Todo estaba tranquilo hasta que se acercó desconocido número 1. De frente se sentó en la mesa, nos invitó una chela, nos quiso meter floro sobre nuestra ciudad y bueno, yo disfrutaba cagarlo una y otra vez. Sol no sabía dónde meterse, siempre tan amable ella.  Pedimos salchipapas. Desconocido número 1 se dio cuenta de la incomodidad y se retiró. La música estaba buenísima. Yo disfrutaba escucharla. Me quedé sentadita, casi inmóvil y me perdí con mi cabeza volteada a la derecha, con la mirada fija en un mismo lugar. Sol siempre me ha entendido. Sonó El baile y el salón. Me levanté de la silla. Me puse a tararear y a bailar. Terminó la canción y me volví a sentar. Cerca de nosotros, inclusive desde que desconocido número 1 estaba presente, me di cuenta de tres chicos conversando cerquita. De pronto, desconocido número 2 y desconocido número 3 se nos acercan (ambos eran parte de esos tres chicos). Sol bailó con desconocido número 2. Yo le dije que era antisocial a desconocido número 3.
 - No te pareció guapo mi amigo. 
- No es eso, es que soy antisocial.
- Ja, ja.
- Flavita, ¿estás bien?
- Sí, baila nomás.
Me quedé sentada. Desconocido 3 se quedó conversando con el  chico que no se acercó.  El chico que no se acercó hace rato me había visto de reojo. Yo me había dado cuenta. Yo me preguntaba por qué él no se acercó. Fue un pensamiento vago, en realidad. 
Esa fue la primera vez que Flavia vio a Mario. El chico que no se acercó era él.