miércoles, 25 de diciembre de 2013

El concierto.

Blur llega a Lima. Han pasado los meses. No consigue con quien ir. Todos conocen a Oasis y nadie quiere pagar una entrada que no está nada cara para Blur. Igual, Oasis me afana bastante, pero Blur es Blur. Si tocaran el mismo día, de hecho que no voy a Oasis. Por qué nunca nadie piensa como yo. ¿Él irá? Sí, de hecho. En fin, creo que iré sola. A la mierda, voy sola.

Flavia contrató a un taxi. A última hora, la recargaron con chamba.  No conocía el Estadio San Marcos. Estaban de moda, tanto en periódicos como noticieros, asaltos y pucha qué  miedo, están violando los taxistas, no tomes cualquier taxi, hijita, tómale foto a la placa. Ella estaba asustadaza. Bajó por el ascensor. Caminó una cuadra, no encontraba al taxi. Tenía que estar adelante en el concierto. Estiró la manito. Tenía cara de ser un buen tipo. Todo el rato se mantuvo al tanto del google maps. Llegó viva. Tuvo que caminar un poco. Estaba toda de negro. Se sentía the universal. Cada pasito que daba parecía darlo de puntas, con resortes, no sé, se sentía cada vez más cerca, ready, ready, ready, lalala.

No había mucha gente. Cómo no van a venir. Se puso detrás de unos chicos, inclusive menores que ella. Se sintió bien. Una señora estaba vendiendo cervezas. Se compró una, como para no estar tan recia. Dividieron la columna, ahora eran dos filas. Una chica también había venido sola. Se le acercó. Aún con su timidez, pudo mantener una conversación fluida. Caminaron juntas, lograron una buena ubicación. Ambas estaban inquietas porque no se llenaba el Estadio.

Quería ir al baño. Fue rapidito. Vio el stand de chela vacío. Se acercó. Luego de haberse comprado una, volteó.  Vio a Gonzalo. Aunque estaba lejos, se puso nerviosa. Reconoció a los demás, entre ellos a Mario. Regresó a los baños. Tomó unos sorbos de cerveza. No sabía qué hacer. Las opciones eran simples: o dejaba la chela y entraba a esconderse al baño, o caminaba haciéndose la distraída hasta su ubicación original, o era machita y se acercaba a saludar. No se le hizo tan difícil la decisión porque Mario ya estaba al frente de ella. Se saludaron. Ambos sabían que él estaba acompañado. Sin decirse casi nada, se despidieron.

 El concierto empezó. Y como si la letra narrara lo que específicamente pasaba: street's like a jungle, se le cayó la cartera, no paraba de saltar, de cantar, de gritar, quería llorar. No sé cómo, pero la recogió.

Eran una de esas mañanas que llegan a ser tardes, desparramados en el sofá, con la tele prendida. Ella, aunque con ahinco disimulado, no pódia seguirle la corriente a los dibujos animados, y de hecho, eso sólo le pasaba cuando estaba cerca de él. De lo contrario, él estaba concentradísimo, están dando los Simpsons, Fla, quiero ver, por fa. Come on, come on, come on, get through it. Entonces, en la propaganda jugamos a que eras un dulcesito y yo tenía que darte muchos besitos. Come on, come on, come on, love's the greatest thing. 

- Pensé que a las bebés no les gustaba Blur, mientras que le sonríe.
- Ja, ja. Será que las bebés no habían llegado a escuchar Blur , devolviéndole la sonrisa.
- Me equivoqué, ¿no?
- No sé con mi generación, pero conmigo, sí.
- Mi nena que se cree diferente.
- Ja, ja. Pero, si por eso me quieres, jaja.
- Oh my baby, oh my baby , lo dice cantando.
- Oh why, oh my, ella le responde.

Ha llegado Tender como la canción número 10. A pesar de la lluvia de recuerdos, está feliz. Hay muchas personas a su alrededor que se saben de memoria la canción. Todos cantando, casi gritando. Ella no ha cerrado los labios, incluso en las pausas, inclusive cuando se siente agitada. Se pueden escuchar los latidos de su corazón entre lengua y saliva y hasta por medio de su aliento, sirviéndole como amplificador.

Oh my baby, oh  my baby, oh why, oh my.



viernes, 20 de diciembre de 2013

Coincidencias del mismo bar.

Cómo ha cambiado la flaca. Ha subido sus kilos. Se ha tatuado el pecho. Hace mucho que ya no me habla. Siempre tan maleducada, en el fondo eso era lo que me gustaba. Aquí, en la barra, yo la veo desde lejos. Creo que no me ha visto. No sé.
Me acuerdo cuando me hacía sus pucheros, caminando jorobada, arrastrando los pies. La recuerdo mandándome a la mierda, pidiéndome perdón, quedándose en silencio. A pesar de todo lo que dicen, esta noche yo veo que la acompañan sus problemas con el alcohol, su timidez, su no sé qué.
Está bailando la flaca. Ha sacado panza. Cierra los ojos. Unas manos rozan su espalda. Recuerdo cuando bailaba en la sala y sólo yo la contemplaba. Mueve sus caderas, está cantando, otro la está tocando. Por qué, si ella me amaba. Es una mentirosa. Ha dejado de bailar. Se acerca a la barra. Se me está acercando. Me saluda con un beso en la mejilla. Se compra un trago. Yo no sé qué decir. Qué huevón. Me hace salud. Ha vuelto a bailar. Ese huevón se le vuelve a acercar. Gil de mierda. Por qué ella le sonríe. Está anotando su número, mierda. Qué hago. Nada, nada, no quiero hacer el papelón de huevón. ¿Me voy? No, nicagando. Broder, una más. Me la seco, carajo. Huevón, qué tal. Ya, sí, tráeme a las hembritas. Esta noche la hago.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Le pidieron que escriba un poema.

Le pidieron que escriba un poema. Un poema motivacional para el año nuevo. Se negó entre dientes. De qué podría escribir si ha sumergido el dolor en vicios que están mojándose en llamas. Si tiene encarcelada el alma y ya nadie la aguanta. Si cada día hay una subespecie que detesta. Nunca se ha exigido cordura, tampoco agua pura. Ha tenido transiciones. Ya no quiere más apariciones. Igual están sus direcciones. Quiere dejar de visitar el pasado sin mencionar todos sus estragos. Quiere dejar este aliento amargo de un viaje clase turista que le salió caro. Tiene la mente en blanco y al miedo rondando. Ya nada le parece apropiado. No se ha mimetizado. No puede bajar la mirada. Eso no se ha enseñado. Tiene sus razones con una conciencia desordenada de convicciones. Hace tiempo que la santidad se le ha evaporado. Por eso no puede escribir de cosas bonitas, ni siquiera algún verso bien intencionado.  Sólo quiere curar las heridas del protagónico antagónico que, por error, ha caracterizado.

Todo eso se los explicó en una carta que únicamente decía: "No puedo. Muchas gracias".

sábado, 7 de diciembre de 2013

Fuerte

No lloré nunca al frente tuyo porque una vez dijiste que las mujeres siempre lloran. Me he aguantado las ganas hasta llegar a casa. Nadie me ha visto. Tú piensas que nada me importa. He hecho ceremonias mentales despidiéndome, dejándote ir. Me ha dolido el pecho. Sigues aquí dentro. No sé qué podría decirte. Hemos vuelto a coincidir. Te veo a oscuras. Me estás viendo. La verdad es que quisiera acercarme, pero no lo voy a hacer. Volteo y me pongo a conversar sobre ti. Es tan fácil, pero a la vez, tan difícil. Voy  por una cerveza. Quisiera estar serena. Mi corazón se sale. El juego de luces le abre un camino. Llego a la barra. Tú no te mueves, pero me sigues viendo. Es la tercera vez que vas a hacer esto. Se está volviendo algo rutinario, pero detestable. Entre la música y el pudor, ahora somos un par de desconocidos. Me duele fuerte. Cojo mi vaso, bebo hasta la mitad. Frunzo el ceño y te miro. Frunces el tuyo. Ninguno baja la mirada. Todo se oye en eco. Sólo existen los ceños y nuestros ojos. Una, dos, tres y se vuelven incontrolables las lágrimas que ya no puedo contener. Aún mojada con agua salada, mantengo la misma posición. Nunca han habido ni gritos ni mentiras, sólo distancia y silencio, amor bohemio. Tengo que dejarte ir. Desvío mi mirada, ni siquiera seco mis lágrimas. Me tomo la otra mitad. Cojo fuerte el vaso vacío. Tú sigues ahí. Por qué no te vas. Retrocedo un poco y regreso con los demás. Si vas a seguir viéndome, por qué no te acercas. De reojo, ahora yo te miro. De reojo, trato de decirte todo. Un amigo me saca a bailar. No puedo decirle que no, porque es mi amigo. Igual yo te miro. Te traen vodka. Me miras, te volteas y abrazas a otra.