sábado, 3 de noviembre de 2012

MaríaFe

¿Por qué no te das una vuelta por casa? El viento corre delicioso, en la frecuencia exacta que tanto te gustaba.

Estoy parada en el techo donde te escondías, he comprado un buen vino y tengo dos copas en la mochila. Creo que tomaré en las dos. Voy a terminar mareada, pero prometo no caerme por las escaleras. El guardia está cuidando las galerías así que subí con prisa. Estarías demasiado contenta, porque ya no hay enamorados cagando el ambiente. Ahora creo que pagan por un buen telo.

¿Cómo estás tú, MaríaFe? Me han contado que empezaste a peinarte y que nuevamente te creció el cabello.    
También he escuchado que ya no sales mucho y que ahora te escondes en tu departamento. Que a nadie le diste tu dirección y que has decidido desaparecer. ¿Qué pasó ahora, MaríaFe?

Sería bueno que vengas para teñirnos otra vez de rojo el cabello y caminar descalzas por la calle y reírnos fuerte, con demasiada imprudencia, tanto así como te gusta.

MaríaFe, he escuchado que te creen insoportable, qué poco te conocen, no? Solo puedo reírme con tanto chisme de mierda. Vente a casa, pues.
¿Cuántos corazones vas volviendo azules? También han corrido rumores de esos, oí que te dejaron, que dejaste no sé a quien y que has estado llorando mucho. No sé por qué no vienes a casa, querida. También dicen que cambiaste nuevamente de psicólogo y que estas yendo al gimnasio a recuperar los 62 centímetros de cintura que teníamos. Yo sigo flaca, eh.
Siento que estoy insistiendo demasiado, pero te conozco como si fuera tú y déjame decirte que necesitas un tiempo en casa, volver a tocar el piano y que cantes hasta el amanecer. Dale, MaríaFe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario