miércoles, 4 de abril de 2012

My territory

When I was a child, leía en mi librito Santillana sobre el hombre cosmopolita. Siempre revisaba esa página. Ya era el cuarto bimestre, pero dale a esa hoja. Creo que eso de no andar estancado en la mediocridad (llámese normalidad) me daba curiosidad.
Cuando estaba en secundaria, el plan perfecto cuando tuviera 20, era vivir en un hotel, donde tenga bien limpia una mesita para escribir, salir por las mañanas a dar una caminata y leer los titulares de los rostros del alrededor. Y bueno, ir al café rumbo a las tertulias como las que tuve alguna vez. Más o menos ese era el contexto de un periodo de intoxicación de pura literatura vanguardista.
Me imaginé mil veces completamente sola, sin que nadie me joda.
Cuando estaba en quinto, quería ser La Maga (Rayuela-Julio Cortázar). Estaba enamorada del surrealismo y leía como loca, escribía como loca. La carpeta de mi clase se convirtió en la desorientación a la currícula.
Cuando viví por primera vez sola, no hice nada de lo que planeé. No había hotel, no encontré el café. La verdad es que I was a good girl tratando de sobrevivir en una ciudad de dinosaurios que no iba con el plan ingenuo que me tomó construir varias nochesitas de insomnio.
Creo que la verdad es simple: I was not ready.


Desde el 2008 no paré de mudarme como loca, pero esta vez he quedado estancada sólo por el precio del alquiler - conste-.


Así volando fui creciendo, fui viajando, no tanto como quería, pero así encontré el lugar: Cusco, papá. Cuarta vez que iba, pero no se que pasó el 2010, me enamoré, con todas mis fuerzas me enamoré de esa ciudad. Quería quedarme de una vez, sentía un magnetismo rico que emanaba libertad, a la vez. Quedé obsesionada con los rápidos del río Urubamba, con la lluvia, con la manera de contar cuánto nos quedaba en la Plaza y de un picaflor que mil veces se ha escapado de ser tatuado en mi pantorrilla.

Con mi acostumbrada línea de tiempo imaginaria, hoy sigue en pie el plan que viene siendo postergado desde hace tanto. Ahora para mí no resulta ingenuo, sino la manera natural con la que mis ojos siempre sintieron al mundo. Y así, leer como loca, escribir como loca, sin disfrazarme nunca más de un ciudadano normal.

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