Terminamos el colegio, pasó algún tiempo y no pudimos
permanecer en la misma ciudad. Sus viajes a Gringolandia siempre fueron
habituales. Yo ya estaba acostumbrada, porque siempre regresaba. Yo partía de
esa premisa para no dejar de sonreír. Pasamos muchas mañanas juntas en el
verano del 2008. Pero a mí se me había ocurrido mudarme. Me fui a fines de
marzo. Fue la última y la única amiga que vi el último día que vivía en casa.
Quemó las arepas. Toda mi cocina estaba con humo. Igual las comimos. Me regaló un
anillo y un polo suyo que me encantaba. Yo le hice un CD que tenía de portada a
nuestros cacharros y en cada canción, había una explicación de mis motivos, de
nuestros motivos por los que teníamos que recordar todo el playlist enterito.
Nuestra amistad siempre fue especial. Nunca fuimos las
típicas amigas del colegio que andan juntas en todos los recreos y se ven cada
fin de semana. Siempre fuimos expertas dándonos nuestros espacios. Cada una
tenía un grupo de amigas aparte... aunque terminábamos buscándonos.
Tuvimos una historia familiar parecida. Tal vez eso ha hecho
que nos queramos tanto. Nuestras mamás todas unas ladies y nosotras, todo lo
contrario. Además, siempre hemos guardado con mucho cariño todo lo que nos han
dado nuestros papás.
Mi escritor favorito es Julio Cortázar y obviamente su obra
más conocida, "Rayuela" siempre hizo que enloquezca un poco. Lo más
curioso y lindo es que yo no busqué con ella vivir por el mismo sendero de La
Maga. O quizás si lo soñaba, era con un chico, no? El amor de mi vida, debería
de ser. Pero, mi Maga vino a ser Maria Pía. Y eso es mejor, es más sensato, más
real. La razón se resume en la parte que dice "andábamos sin buscarnos
pero sabiendo que andábamos para encontrarnos". Y, sí pues señores, María
Pía y yo hemos trascendido en el tiempo y en el espacio. Hemos estado juntas
siempre gracias al pensamiento y al cariño. Ella ha pasado largos periodos por
Gringolandia como por Guatemala. Yo me he mudado nueve meses en la misma ciudad
que decidí habitar, pero en cada mudanza, he sido demasiado cuidadosa para no
perder cada pequeña cosita intangible que me haga tenerla presente, siempre.
Desde chicas hemos sido así, cabe precisar. A veces nos hemos encontrado en
Arequipa, caminando por la calle, sin saber que estábamos en nuestra tierra y
todo ha sido tan mágico, tan de la putamadre. No ha hecho falta irnos a un café
para contarnos las buenas nuevas, porque sólo ha sido necesario vernos a los
ojos para comprender cómo estábamos. Cada vez que nos vemos, ya sea de
casualidad o cuando decidimos distanciarnos y de pronto, buscarnos de nuevo,
todo fluye con la misma continuidad de los días del colegio. Con los años yo me
he dado cuenta que las personas han cambiado y es obvio, es natural, de eso se
trata crecer. Pero con ella siempre ha sido y es distinto. A pesar de que las
circunstancias y nuestra forma de ser toda desprendida y amargada de ver al
mundo, a veces, hace que coincidamos siempre en algo: en querernos como somos,
como hemos sido y como tal vez, lleguemos a ser.
Ella es mi bohemia favorita desde que ambas éramos católicas
cucufatas que se encontraban en el oratorio del colegio durante el recreo.
Seguimos siendo las mismas, aunque ahora yo tenga celulitis en mi panza y su
cabello tarde en crecer. Sabemos lo inconfesable, lo que hemos y seríamos
capaces de hacer, las cosas que no se dicen, las cosas que no se cuentan, lo
que nos hiere, pero también lo que nos hace muy felices. Es la única persona
que no lleva mi sangre a la que nunca he dejado de querer así de tanto, así de
fuerte. Sólo por ella podría arriesgarme. Y es que en mi perspectiva, con mi difícil forma de ser, ella oxigena mi vida. Y eso hace que me encante ser para todo el mundo un limón y sólo con ella, una
mandarina.
Hace unos días volvimos a estar juntas. Fueron cinco días
maravillosos. Encabezan la lista de los mejores momentos a su lado. Lo malo es
que la extraño demasiado que hasta he llorado y todavía lloro de vez en cuando.
Pero así es nuestra amistad y tiene que seguir siendo así para que siga
manteniéndose eso que la hace diferente a todas las que he escuchado.
Una forma de sentirla, es cantar el coro de esta canción con
todas mis fuerzas, cerrar los ojos e imaginar que estamos echadas en su cama
cantándola o como ella misma lo dijo: cuando no teníamos nada que hacer, o sea,
en todas las clases.
Te quiero, mi Maga
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