sábado, 7 de diciembre de 2013

Fuerte

No lloré nunca al frente tuyo porque una vez dijiste que las mujeres siempre lloran. Me he aguantado las ganas hasta llegar a casa. Nadie me ha visto. Tú piensas que nada me importa. He hecho ceremonias mentales despidiéndome, dejándote ir. Me ha dolido el pecho. Sigues aquí dentro. No sé qué podría decirte. Hemos vuelto a coincidir. Te veo a oscuras. Me estás viendo. La verdad es que quisiera acercarme, pero no lo voy a hacer. Volteo y me pongo a conversar sobre ti. Es tan fácil, pero a la vez, tan difícil. Voy  por una cerveza. Quisiera estar serena. Mi corazón se sale. El juego de luces le abre un camino. Llego a la barra. Tú no te mueves, pero me sigues viendo. Es la tercera vez que vas a hacer esto. Se está volviendo algo rutinario, pero detestable. Entre la música y el pudor, ahora somos un par de desconocidos. Me duele fuerte. Cojo mi vaso, bebo hasta la mitad. Frunzo el ceño y te miro. Frunces el tuyo. Ninguno baja la mirada. Todo se oye en eco. Sólo existen los ceños y nuestros ojos. Una, dos, tres y se vuelven incontrolables las lágrimas que ya no puedo contener. Aún mojada con agua salada, mantengo la misma posición. Nunca han habido ni gritos ni mentiras, sólo distancia y silencio, amor bohemio. Tengo que dejarte ir. Desvío mi mirada, ni siquiera seco mis lágrimas. Me tomo la otra mitad. Cojo fuerte el vaso vacío. Tú sigues ahí. Por qué no te vas. Retrocedo un poco y regreso con los demás. Si vas a seguir viéndome, por qué no te acercas. De reojo, ahora yo te miro. De reojo, trato de decirte todo. Un amigo me saca a bailar. No puedo decirle que no, porque es mi amigo. Igual yo te miro. Te traen vodka. Me miras, te volteas y abrazas a otra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario