viernes, 20 de diciembre de 2013

Coincidencias del mismo bar.

Cómo ha cambiado la flaca. Ha subido sus kilos. Se ha tatuado el pecho. Hace mucho que ya no me habla. Siempre tan maleducada, en el fondo eso era lo que me gustaba. Aquí, en la barra, yo la veo desde lejos. Creo que no me ha visto. No sé.
Me acuerdo cuando me hacía sus pucheros, caminando jorobada, arrastrando los pies. La recuerdo mandándome a la mierda, pidiéndome perdón, quedándose en silencio. A pesar de todo lo que dicen, esta noche yo veo que la acompañan sus problemas con el alcohol, su timidez, su no sé qué.
Está bailando la flaca. Ha sacado panza. Cierra los ojos. Unas manos rozan su espalda. Recuerdo cuando bailaba en la sala y sólo yo la contemplaba. Mueve sus caderas, está cantando, otro la está tocando. Por qué, si ella me amaba. Es una mentirosa. Ha dejado de bailar. Se acerca a la barra. Se me está acercando. Me saluda con un beso en la mejilla. Se compra un trago. Yo no sé qué decir. Qué huevón. Me hace salud. Ha vuelto a bailar. Ese huevón se le vuelve a acercar. Gil de mierda. Por qué ella le sonríe. Está anotando su número, mierda. Qué hago. Nada, nada, no quiero hacer el papelón de huevón. ¿Me voy? No, nicagando. Broder, una más. Me la seco, carajo. Huevón, qué tal. Ya, sí, tráeme a las hembritas. Esta noche la hago.

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