miércoles, 9 de abril de 2014

Placebo.

S se echa en la cama para delinear sus ojos. J, con  pulso de arquitecta y luz, traza una línea simétrica. Y C, sin poder usar tinta líquida, se pega al espejo del baño.
Diecinueve años aproximadamente lleno de mutaciones,  personalidades con transformaciones, caminos que obstinadamente se volvieron a juntar en viernes. Llorar es para maricas así sea en la despedidas.
Aprendimos con demencia y sensatez así como dirigimos nuestro primer guion. Háblame en inglés, my dear. No somos como las otras del salón. Anyway, soñamos con coloquios, música rarita, hicimos nuestras tertulias, todo, todito en quinto de secundaria.
Sentadas en el pasto, bajo un árbol, imaginábamos un contexto lleno de velas, donde resonara nuestra intelectualidad y solo eso importara.
El después vino acelerado, han pasado siete años y, de viernes a miércoles nuestra adolescencia en combinación con lo que somos ahora, se manifestó y caminó, corrió, voló. Un espacio de dos plazas sirvió de sillón de terapias y mesita de centro. Un balcón, un par de muebles y nuestra timidez nos hacen extrovertidas entre las tres. Just for the record, I love you so much, girls.
Vehemencia al insistir con nuestras obsesiones, vehemencia al cagarnos, vehemencia a ser directas, pero amables a la misma vez. Eso es.
Un concierto, tacos, zapatillas, un par de Converse, que vengan las sandalias every day.



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